martes, 5 de octubre de 2010

CIUDADANÍA Y GLOBALIZACIÓN

Lecciones Globales
¿Qué tienen en común las ciudades de Seattle, Londres, Washington, Buenos Aires, Gotemburgo, Génova? Tienen en común vastos movimientos de protesta dirigidos contra el impacto de la globalización. La globalización no es un término neutral, lanza a la gente a protestar a las calles y causa la controversia más importante del mundo actual.
El debate de la globalización es un debate en torno a qué clase de sociedad estamos creando, un debate sobre qué forma tendrá este siglo. Por todo esto las consecuencias que conlleva son de importancia extrema para las ciencias sociales, pero también de forma más general para nosotros como ciudadanos.
En inglés el término "globalización" se ha vuelto tan importante que uno pensaría que tiene mucho tiempo de existir. Tenemos que irnos quince años atrás para encontrar que, aun en la literatura académica, prácticamente nadie hablaba del término "globalización". Cuando la gente quería referirse a la amplitud del mundo usaba términos como relaciones internacionales o internacionalización. Mi libro The consequences of modernity(1988) ya usa el término globalización.
Hay dos etapas en el debate de la globalización. La primera fue en el mundo académico y va de fines de 1980 a mediados de 1990, y se discutía qué tan real era la globalización. Cuando el término empezó a popularizarse, apareció un gran número de escépticos, gente que decía: "la palabra se usa, pero no hay mucha realidad detrás de ella". Aun los académicos se mostraban renuentes ante el nuevo término; no creían en la profundidad de la globalización y fueron llamados "escépticos de la globalización". Su argumento era que cien años atrás, a fines del siglo XIX, ya existía una economía global, tratados entre los países y migraciones masivas alrededor del mundo.
A fines del siglo XIX la gente, en su mayoría, no necesitaba ni siquiera de pasaportes. Así que los escépticos decían que lo que sucedía bajo el término globalización a fines del siglo XX, para principios del XXI era en realidad sólo una recapitulación de lo ya sucedido a fines del siglo XIX, una especie de revelación del pasado que no marcaba una transición mayor en nuestras vidas. Los escépticos simpatizaban con la izquierda, ya que al descartar la importancia de la globalización se sugiere que la mayoría de las instituciones existentes -por ejemplo, la asistencia social en los países occidentales- puede continuar sin mayor cambio. Este primer debate estrictamente académico tuvo sin duda grandes dimensiones pero sus argumentos ya no tienen actualidad.
Lo que llamamos globalización es algo nuevo y distintivo. No es sólo una recapitulación de lo sucedido a fines del siglo XIX, es más profundo, de mayor alcance, se mueve más rápido; el impacto que causa en nuestras vidas es más intenso que cualquier otro fenómeno anterior. Se puede decir que el fin del siglo XIX representa la primera etapa de la globalización que finalizó con la Primera Guerra mundial, cuando la gente regresó al proteccionismo económico. La segunda etapa es mucho más penetrante, abarcadora y, en cierto sentido, más desconcertante.
Lo que ahora se discute no es si la globalización existe o no, sino cuáles son las consecuencias reales de los cambios que trae consigo. Y precisamente esas consecuencias, o la percepción de esas consecuencias, es lo que lanza a la gente a manifestarse, a luchar, a protestar, a retar.
Un buen punto de partida -una vez entendido que el término globalización es nuevo- es aceptar que si no se tiene una idea adecuada de lo que es la globalización entonces no se puede coincidir ni con la primera ni con la segunda etapa del debate. Hay dos manifestaciones: por un lado, la gente que protesta, y por el otro contra quién o quiénes va dirigida esta protesta. El problema es que no existe una noción adecuada de lo que la globalización representa.
Los que protestan y los que están a favor de la globalización tienden a identificarla con la expansión del mercado global. Cuando usan el término globalización se refieren precisamente a la expansión de los mercados financieros y a otro tipo de mercados de productos básicos que se han dado en los últimos treinta años. La globalización tiene un grado de dificultad en términos económicos y, en especial, los mercados financieros desempeñan un papel muy importante en ello. Una de las razones por la cuales no se puede dudar de la globalización es porque la historia reciente de los mercados financieros y monetarios es apabullante. Hace apenas veinte años sólo unos cuantos cientos de millones de dólares eran depositados diariamente en los mercados monetarios mundiales.
Hoy, según estadísticas recientes, dos trillones de dólares entran cada día al mercado mundial, un avance masivo en términos de velocidad y de intensidad en las transacciones financieras a nivel global, un hecho sin precedentes en la historia previa del capitalismo.
Al hablar de globalización hay que hablar de la economía global y de los mercados financieros globales como elementos clave. Pero es un error fundamental equiparar la globalización sólo con el mercado; es un error básico, también, ver las dinámicas principales de la globalización en términos económicos. El impulso más importante de la globalización no es primordialmente el mercado, sino la revolución de las comunicaciones -especialmente la revolución electrónica-. Si quisiéramos fijar tecnológicamente la nueva era global-la nueva era de interdependencia global-, podríamos considerar fines de 1960, ya que en este año el primer sistema satelital de carácter global fue instalado de manera efectiva, haciendo posible una comunicación instantánea de un lado a otro del mundo.
Lo que ha transformado tanto y tan profundamente a la sociedad global es la creación de redes de comunicación globales. Una vez que la comunicación instantánea ocurre sin frontera alguna, cambian muchas cosas en nuestras vidas. Por ejemplo, la economía ha cambiado en el sentido de que sería imposible tener los mercados monetarios veinticuatro horas al día sin comunicación global. Sin la revolución de las comunicaciones no hubiera sucedido la revolución de terciopelo en Checoslovaquia, ni la caída del muro de Berlín en 1989, ni la transformación de la Unión Soviética.
La Unión Soviética era muy competitiva en la vieja industria económica y en el sistema nacional estatal; la Unión Soviética tenía una especie de imperio dentro de un sistema nacional global. Sin embargo, rápidamente se volvió no competitiva y disfuncional en el naciente sistema de información global. A este nuevo sistema mucho más fluido, con mayor movimiento en cuanto a relaciones sociales y económicas, la Unión Soviética simplemente no pudo adaptarse. A la pregunta de por qué en 1989 no hubo violencia, hay quien responde que fue la primera revolución posmoderna porque la televisión jugó un papel muy significativo en las transformaciones de Europa del Este.
Podemos ir más allá, decir que sin comunicación global el apartheiden Sudáfrica no hubiera terminado, ya que su conclusión fue una especie de diálogo global en torno a la democracia. Sin un sistema de comunicación global la democracia no habría hecho avances tan considerables. Aun en países como Guatemala -y muchos otros que apenas comienzan a despertar a la democracia- se nota un avance considerable en cuanto a democratización se refiere. Aunque se tenga una visión estricta de lo que es una democracia, y considerando también que hay más naciones en el mundo de las que había hace treinta años, aun así hay tres veces más democracias de las que existían entonces.
Ese hecho se relaciona con la expansión de los sistemas de comunicación global, en un orden de información más abierto, donde la gente está mejor informada de lo que sucede, y ya no acepta sistemas rígidos de poderes jerárquicos, que se vuelven obsoletos en muy poco tiempo, tanto en el comercio como en el mismo gobierno. Lo que sobresale de esta primera era global es la transformación de las redes de comunicación, sin la cual muchos de los demás cambios que suceden no serían posibles. Hay que añadir varias cosas a esta caracterización. La globalización no es un fenómeno independiente; no se trata sólo de un mercado, no es un fenómeno único que viene de una causa única. Bajo el término globalización cabe la diversidad de cambios que han transformado al mundo en un periodo de alrededor de treinta años.
Incluye las comunicaciones, el mercado, muchos cambios tecnológicos, cambios en la soberanía, el fin de la Guerra Fría... Si la globalización no es un fenómeno único, y si sus causas son múltiples, entonces resulta un tanto incoherente estar a favor o en contra de ella. No creo que sea posible decir que uno está a favor o en contra de un cambio estructural de nuestras instituciones básicas; lo único que está en nuestras manos es decidir cuáles son los aspectos negativos y cuáles los positivos de estas transformaciones que afectan radicalmente nuestras vidas.
Al mismo tiempo que la globalización se separa de la nación, tiene el efecto contrario; aleja y al mismo tiempo cohesiona. Los cambios implicados en la globalización promueven la autonomía local, el regionalismo, el resurgimiento de las culturas locales y la revisión de la historia nacional. Nos preguntamos por qué hay un resurgimiento del nacionalismo local en muchas partes del mundo, desde Cataluña y Quebec hasta Cachemira, y esto tiene que ver con el impacto de las fuerzas globalizadoras. El sociólogo Daniel Bell explica este fenómeno en términos de que el Estado nacional se vuelve demasiado pequeño para resolver los grandes problemas, y demasiado grande para resolver los pequeños problemas.
Pero al mismo tiempo que las fuerzas de la globalización jalan hacia arriba y hacia abajo, también se contraen por ambos lados; y ésta es la tercera dimensión de los cambios provocados por la globalización. La globalización suele conformar nuevas regiones que cruzan fronteras estatales. Por ejemplo, si observamos el caso de Cataluña o de Barcelona, ubicadas en la parte norte de España, nos damos cuenta que son parte de la nación española, pero profundamente integradas a la Unión Europea, y también tienen fuertes vínculos con la economía del sur de Francia, ya que ahí existe un área económica única.
Lo mismo sucede con las ciudades. La socióloga S. Sassen, quien escribió el libro The Global City, explica que las ciudades -ella se concentra en las grandes ciudades, pero es aplicable casi a cualquiera- con frecuencia se integran igualo inclusive más al sistema global que a su propia economía local. Londres es un ejemplo perfecto en su carácter de ciudad y de institución financiera. Londres es una verdadera ciudad global; fuertemente cosmopolita en cuanto a su población, produce cambios como una gran riqueza que corre a la par de la pobreza. En Londres se pueden ver grandes fortunas justo aliado de los bolsillos vacíos de la pobreza. Estos son los contrastes que afectan lo profundo, la sustancia de las naciones.
Pero el Estado nacional no desaparece; las naciones se reconstruyen bajo el impacto de las fuerzas globalizantes. En cierto sentido, el Estado nacional ha adquirido más importancia en la era global, lo que se comprueba al reconocer los errores en los que caían naciones que eran retadas por otras de mayores recursos. Vivimos la primera era en la cual la nación permanece como forma universal. En cierto sentido la era global es la cumbre del Estado nacional; sin embargo, lo afecta en cuanto cambia su identidad y trayectoria. Todas las naciones del mundo están repensando su historia, es decir, reconstruyendo su identidad dentro de un mundo globalizado, donde el papel que desempeñan las naciones cambia de manera considerable.
La globalización no es un fenómeno que está afuera -sin importar la posición económica del individuo o el índice de desarrollo de un país-, es una condición interna que forma parte de nuestra vida cotidiana. Cada quien tiene una manera particular de ser y estar en un mundo global. Nosotros somos los agentes de la globalización; en muchas de las cosas que hacemos, desde encender la radio o encender la computadora y conectarnos a la Red, promovemos la globalización. Más allá de esto, en detalles que parecen imperceptibles debemos reconocer que la globalización produce cambios tan profundos en nuestras vidas que -sin temor a equivocarse- podemos decir que vivir en un mundo globalizado nos causa una verdadera transformación personal.
Y en tanto, los cambios que ya forman parte de nuestra realidad cotidiana ayudan y promueven el progreso de las fuerzas globalizantes. En todas las sociedades -aun en los países más conservadores-, ante el impacto de las fuerzas de la globalización, la tradición, los hábitos y las costumbres juegan un papel cada vez menos importante. Vivimos de forma mucho más abierta que en el pasado. Es casi como tener la tarea de crear una vida propia hecha al gusto, de una manera mucho más activa que en generaciones pasadas.
Otro factor fundamental es la posición cambiante de la mujer. Hace treinta años, al inicio del periodo al cual me refiero, una mujer en un país desarrollado tenía una idea bastante clara del tipo de vida que le esperaba: una vida doméstica, hijos, y quizás un trabajo de medio tiempo. Hoy, en la Unión Europea 25% de las mujeres jóvenes no planea tener hijos, ya que prefiere realizarse profesionalmente. Los índices de natalidad han bajado dramáticamente en Europa. El promedio en la Unión Europea es de 1.6. En España e Italia se reportan los niveles más bajos de natalidad que han existido en la historia humana, 1.2. Las mujeres han rene-gociado su postura dentro de los esquemas sociales. Por esto es que en todas las sociedades hay un debate sobre el futuro de la familia.
En mi opinión, la familia tradicional no tiene futuro; para que ésta pueda sobrevivir tiene que reconstruirse. Se necesitan familias sólidas, pero ya no pueden ser las del pasado, porque eso es incompatible con la igualdad entre sexos. Y esta igualdad es ya una realidad existente. La creciente igualdad de la mujer es en sí misma una fuerza globalizadora. El gran sociólogo catalán Manuel Castells dice: "La transformación del nivel global está íntimamente relacionada con la transformación del nivel personal; existen dos polos para quien vive en un mundo globalizado, la transformación personal que está directamente ligada a la transformación de las grandes instituciones, pero de un modo dialéctico, es decir, mediado por lo que hacemos en nuestra vida cotidiana.
No por lo que nos sucede, sino por lo que estamos haciendo que suceda". Se ve a la globalización de manera negativa en relación a la libertad individual, pero es a la inversa. Muchos aspectos de la globalización nos liberan como individuos para vivir la vida que hemos escogido. Cualquier mujer que ha vivido un periodo de igualdad creciente sabe la diferencia que esto hace; la libertad causa ansiedad, pero sin duda marca un cambio definitivo en la historia del individuo.
En resumen, la globalización significa dos cosas. Primero, la definición más sencilla de globalización es interdependencia. Vivimos una era global creciente, porque cada vez somos más interdependientes. El mercado es sólo una manifestación de esta interdependencia creciente. La interdependencia no significa unidad; al contrario, muchas veces trae conflicto. Crea nuevas divisiones, nuevas formas de fundamentalismo que surgen todos los días.


Tópicos para la reflexión
• ¿Por qué es tan importante el debate en torno a la globalización, con los ciudadanos?
• ¿Conoces algunas de las preocupaciones de los grupos llamados globalifóbicos? ¿Cuáles son? ¿Te parecen legítimas, por qué?
• ¿Por qué afirma el autor que el aspecto más importante de la globalización no es primordialmente el mercado, sino la revolución de las comunicaciones?
• ¿Cómo establece el autor la relación entre el desarrollo de la democracia y la expansión de los sistemas de comunicación global?